sábado, 30 de enero de 2016

En una nube bajo el mar

El primer concierto del año llegó un poco tarde. Lo del BIS el día 10 no cuenta por el mínimo nivel de atención prestado a los grupos y las constantes fugas a la calle en busca de una copa decente. 

Joaquín Pascual y Fernando Alfaro tocaban juntos pero no revueltos en music hall. Bueno, al final, revueltos, pero no adelantemos acontecimientos. 

Entrar en la sala con los primeros acordes del concierto de Joaquín Pascual, un cuarto de hora después de la hora anunciada de inicio, en horario casi infantil, las 20:30, ese que te obliga a meriendacenar, o no cenar, o salir entre conciertos o. 

A Pascual no le he seguido como a Alfaro. Algo de Mercromina, sí. Poco de Travolta. Nada en solitario. Error a reparar. Llevaba una banda fantástica y crearon una atmósfera especial, envolvente y ensoñadora, inquietante también. Y sutil. Qué cursi me ha quedado esto. Una canción, no sé decir cuál era, me hipnotizó. 
Súper concierto. 

Tras diez-quince minutos cambiando instrumentos y cachivaches, Alfaro. Presentaba, ¿otra vez?, su último disco, Saint-Maló, y la primera parte del concierto no me acabó de convencer. Las canciones sonaban demasiado crudas, les faltaba algo. Salvo Tempus Fugit y Velero, que, bises aparte, cerró el concierto. Me dio por pensar que Alfaro es mejor letrista que compositor. Se me pasó. También salvo Saariselkä Stroll (cucurbitacea, cucur-cucurbitacea) pero claro, si la toca entre Magic y El detonador emx-3, te ablandas. Cayó Rifle de repetición, pero no, no salió Pascual. Hubo que esperar a los bises. La mente del monstruo precedió a Fuerte, cuando sí, por fin, los dos ex-Surfin’ Bichos se juntaron en el escenario y fue un apoteosis colectivo de brazos en alto, gargantas cantando a gritos y sonrisas en la cara. Al menos en la mía casi estalla. No podía creer tanta felicidad. Una canción que te hace retroceder veinte, veinticinco años. O no tanto. A mí siempre me lleva al ámbar, primeros dos mil, un día que pinchaba Iván y la puso y justo entonces entró Jesús, dando saltos y cogiendo a alguien obligándole a saltar con él mientras la cantaba a gritos. 
Tempus fugit dice “ tenías toda la vida por delante, y ahora la tienes toda por detrás” y en ese detrás están todos los conciertos de Alfaro, y ayer desfilaron por mi cabeza. En la memoria reciente, los conciertos acústicos en el Helio, estupendos. Los de Chucho, en primaveras distanciados por casi diez años, eléctricos y emocionantes. En El Sol de Madrid, enero de 2002, presentando Diarios de petróleo. 

Pero como dice Magic, “lo mejor de nuestra vida aún está por ocurrir”. Eso espero. Eso creo.