sábado, 14 de abril de 2012

La mirada del elefante


En la ciudad de Chiang Mai, en la provincia selvática de Tailandia, existen bastantes campos de elefantes dedicados al recreo de los turistas occidentales. Entonces no sabía que hay casi el triple de elefantes domésticos que salvajes en el país, así que me sorprendió ver como paseaban a uno por la ciudad. El animal caminaba lentamente por la ciudad compartiendo carril con coches, motos y tuc-tucs, los vehículos motorizados destinados a transportar turistas.

El negocio consistía en ofrecer a los turistas la posibilidad de comprar comida para el elefante y darle de comer dando lugar a la consiguiente ristra de fotos y poses. El espectáculo en sí me parecía triste de entrada y triste me parecía la explotación a la que sometían al pobre animal, totalmente fuera de contexto. Una de las chicas quiso darle comida y salimos del local para ver el “espectáculo”. Entonce el elefante me miró fijamente por unos momentos y su mirada me pareció inocente y alegre como la de un niño, pero a la vez de una gran profundidad, como la de un viejo sabio y bueno.

Me quedé conmocionada por la mirada de aquél elefante, una mirada humana. Parece ridículo, pero en aquél momento me alegró saber que no era la única, otra persona del grupo había percibido lo mismo que yo. Los ojos de aquel elefante explotado nos habían conmovido profundamente.

Ayer vi parte de un documental donde se mostraba el extraño rito fúnebre que realizan los elefantes africanos cuando encuentran un congénere muerto. Los elefantes se colocan en círculo y tocan y olfatean con la trompa cada parte del cadáver, tocan, toman y huelen los huesos con una delicadeza extrema, como si quisieran aspirar la esencia del ser que fue y guardarla consigo perpetuarla en la memoria colectiva de la manada.

Hoy leo en el periódico la triste noticia de que el Rey de España se ha fracturado la cadera mientras se encontraba cazando elefantes en Botswana y las redes sociales difunden una foto censurada en la que Su Majestad posa ante un elefante muerto al que acaban de abatir. Más allá de la lectura política del episodio, que personalmente me parece repugnante, me han venido a la cabeza dos preguntas: ¿habrá mirado Su Alteza Real a los ojos del elefante antes de dispararle? Y la otra ¿habrá tenido este elefante quién olfatee su cadaver para preservar su recuerdo más allá de la muerte?


4 comentarios:

Anna Blume dijo...

Últim paràgraf colpidor...gràcies, Margarita;-)

Gwen Stacy dijo...

Conmovedor.
Tristament, el poc que sé dels caçadors (i bastant d'aquest poc és d'haver llegit Hemingway, recomano "La breve vida feliz de Francis Macomber") és que sí que miren als ulls de les preses, forma part del desafiament.

Pobres elefants.

la maca preocupada dijo...

A mí tambien me ha conmovido....Pobres animales
:(

Walkiria Desbocada dijo...

Me encanta Margarita!! Te pasaré un artículo del National geographic sobre un orfanato de elefantes en Kenia. Besotes