martes, 21 de septiembre de 2010

Tras mi ventana


Tras mi ventana no se ve el horizonte. Mi campo de visión queda limitado simplemente por edificios que me muestran indecentes sus partes nobles. Desconchadas fachadas, tendederos llenos de ropa de colores apagados, bajantes que transportan heces, chimeneas que expulsan humos, aires acondicionados que calientan en verano, cortinas venecianas que se descuelgan indolentes, y ventanas de madera que nunca cierran bien. A través de ellas se intuye la vida, alguna sombra que cruza la sala o enciende una luz, poco mas.

Según mi estado de ánimo, cae mi mirada hacia lo más próximo, un patio largo y estrecho, arbolado sin orden ni concierto. Un pequeño bosque emparedado en un rectángulo perfecto. Ladrillos forrados de hiedra y unos limoneros llenos de frutos que nunca recojo por temor a humanizar el espacio.

Veo las escaleras junto a mis pies, que se me muestran demasiado pronunciadas, demasiado angostas. No existe posibilidad alguna de transición entre la racionalidad de la vivienda y la selva de mi patio. Tengo miedo a bajar.

No hay cielo ni tierra tras mi ventana. El paisaje es un continuo de la vieja y decrépita Europa urbana. El lugar donde siempre quise vivir.

3 comentarios:

La llimonera dijo...

Pues no sabes lo bueno que están los limones del limonero de tu patio....¡¡

:)

Walkiria Desbocada dijo...

¡Qué bonito Rayuelo!que gran paréntesis en esta oficina de luz fría y desangelada. Muchas gracias por este post.

Anna Blume dijo...

Pues disfrútalo...disfrútalo!:-)