lunes, 1 de septiembre de 2008

Crítica de teatro: misa en Carpio del Campo

Con 10 minutos de retraso sube el protagonista. Menos de media entrada con público exclusivamente femenino superando la edad de jubilación.

Local de paredes blancas y altos techos. Los laterales se cubren de figura hiperrealistas en su mayor parte de un hombre agonizando colgado de una cruz. Oro y ostentación por todas partes.

El artista tiene la voz cansina, aburrida, aunque puede que solo sea fruto de la timidez. Es muy joven. Va recitando historias que lee de unos libros muy gordos que hablan de judios que vivieron hace muchos años. Hay micrófonos por todas partes que enciende y apaga, se oye cada movimiento.

El artista no levanta la cabeza de los libros. Busca, quizá durante demasiado tiempo, las palabras justas para un público entregado.

El artista se pone vino y se come una oblea de pan con velocidad de transcendencia. Invita a la gente a acercarse al escenario para darles su segundo de protagonismo. La gente se acerca esperanzada y se aleja reconfortada.

El artista se sienta a rezar y mira el reloj a escondidas. Le espera nueva función en el pueblo de al lado. Nos manda ir en paz.

Me parece a mí que a este tipo de teatro le quedan cuatro telediarios

2 comentarios:

Gwen Stacy dijo...

Vas anar a missa?? Ja són ganes....

Anónimo dijo...

Fuí a una misa por una tía que se murío hace poco