La meseta

Por la carretera a Fresno el Viejo no hacemos más que atropellar topillos. Esto es una plaga de las bíblicas. Yo me imaginaba bichos como gatos, pero no son más grandes que ratones.

En Torrecilla de la Orden son fiestas. La procesión de San Ginés da la vuelta a la iglesia con música de semana santa. Cuando llega frente a al puerta dan la vuelta al santo y entra marcha atrás a ritmo del himno nacional. Una tradición que ni al mismísimo Fellini se le hubiera ocurrido.

Aunque nos pese aquí a la gente le siguen gustando los toros. En todas partes es el centro de las fiestas. Muchos se quedan por las tardes a ver las retrasmisiones de la televisión. Por otro lado la energía solar triunfa y cada vez se ven más huertos solares.

La casa donde yo nací en Bobadilla del Campo ya no existe. Se han llevado la puerta y apenas queda un trozo de fachada con una ventana.

Toro es un pueblo con muchas historia. A medida que nos acercamos al Duero pasamos del amarillo al verde y el cobrizo. Toro fue una ciudad importante en la Edad Media, como muchas por aquí. Ahora su atracción principal es el vino y su colegiata. Una de sus portadas todavía conserva la pintura original. Es realmente impresionante. También hay un cuadro con un cristo más cachas que Chuck Norris.

Aprovechando el precio nos liamos a beber vino y a probar sus tapas. Volvemos contentos.

Las fiestas en Fresno se acercan. La “Puta Peña” ha cambiado de emplazamiento. Las peñas son como club sociales que se organizan exclusivamente para las fiestas. La Puta lleva más de 10 años programando la mejor música de San Agustín. Allí he pasado algunos de los mejores momentos de mi vida nocturna. Difíciles de relatar. Aunque si me pinchais un poco algún día os lo podría explicar.

La población está envejecida y todas las conversaciones hablan de salud y muerte. En Castilla nada cambia y parece que no haya nadie capaz de hacerla cambiar.